En Buenavista del Norte, el 23 de agosto es un día que se recuerda con un escalofrío en la espalda y una mezcla de miedo y fascinación. Ese día, cada año, la pequeña localidad se envuelve en un ambiente extraño, casi surreal, cuando la “Diablita” es liberada durante 24 horas. Una tradición antigua, de origen incierto, pero que todos en el pueblo respetan sin cuestionar.

El pueblo se prepara con antelación, cerrando ventanas y puertas con clavos bendecidos y sal. Las familias se resguardan en sus casas, y los que se aventuran a salir lo hacen con pasos apresurados y sin cruzar miradas, susurrando oraciones bajo la respiración. Nadie quiere ser quien atraiga la atención de la Diablita.

A medida que el reloj marca las doce de la noche, un viento helado recorre las calles, trayendo consigo el presagio de lo inevitable. Se dice que la Diablita, es un espiritu maligno, de apariencia diabólica, espeluznante.

Aquella noche, a diferencia de otras, el reloj de la iglesia no sonó a las doce. Los perros dejaron de ladrar, y un silencio antinatural cubrió Buenavista del Norte. La Diablita pasea por el pueblo, por sus casas, por sus camas.

Durante esas 24 horas, el tiempo parece distorsionarse. Algunos contaban que, cuando la Diablita pasaba cerca, los relojes se detenían, y las velas parpadeaban antes de apagarse. Aquellos desafortunados que encontraban a la Diablita de frente, eran testigos de su sonrisa torcida, llena de dientes afilados, antes de que se desvanecieran sin dejar rastro. Las historias hablan de que su presencia es una mezcla de inocencia y maldad pura, lo que la hace aún más aterradora.

A las doce de la noche siguiente, el pueblo respira aliviado cuando la Diablita desaparece tan misteriosamente como llegó, dejando solo el eco de sus risas infantiles resonando en la oscuridad. Al día siguiente, todos se despiertan temprano, revisando que los clavos y la sal hayan cumplido su propósito. Se murmuran oraciones y se encienden velas en las casas de aquellos que desaparecieron durante la noche, mientras que los más viejos del lugar recuerdan, con un temblor en la voz, que la Diablita siempre vuelve.

Así, el 23 de agosto en Buenavista del Norte no es solo una fecha en el calendario. Es un recordatorio sombrío de que, en ese rincón del mundo, lo macabro y lo inexplicable pueden hacerse realidad durante una noche, cuando la Diablita es liberada, y el pueblo se enfrenta a sus peores pesadillas.

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